Para mantener su brillo y color a lo largo de las estaciones, ¡nada mejor que una pequeña limpieza después de cada uso y justo antes de su hibernación!
Tome un cubo o un pulverizador y llénelo con agua clara o jabonosa. Evite los detergentes y productos de limpieza dañinos que podrían dañar el metal (y dañar el planeta al mismo tiempo).
Realice una limpieza cuidadosa con una esponja suave o una toalla de microfibra. Nunca, nunca use una esponja abrasiva o metálica que pueda rayar el metal.
Seque cuidadosamente cada gota de agua para evitar que se forme óxido.